
Mr. Mark, uno de los protagonistas del documental “The perfect pennis”, no se suma, se resta, se bajó de este carro, se quitó el pene sin cortárselo. Mr. Mark tomó su pene y sus testiculos, inyectó en ellos cantidades ingentes de silicona hasta conseguir su pene soñado: el anti pene.
Es tal la magnitud que realmente me cuesta la descripción, pero vamos a intentarlo: los testiculos son una gran sandía absolutamente estirada, lisa, sin plieges. Sobre esta sandía descansa un bulto-pene casi absolutamente redondo, del tamaño de un melón o un pomelo transgénico sutilmente alargado, sin nada parecido a una cabeza de pene. Pura tecno – ciencia.
La forma, en sí misma interesante, por cuanto nos pone frente a redondeces - ustedes saben, asociadas a lo femenino - queda opacada si pensamos en la función. Es la falta de función culturalmente asignada lo que hace de este pene un anti pene. Imposible hacerle una mamada, inhabilitado para la penetración vagina y anal, inmasturbatorio, inútil para mear parado y sentado...nunca dice como mea.
El anti pene, antipenetrativo y antiurinario, es como un gato regalón o una obra de arte. Solo puede ser acariado o contemplado. Mantiene, eso sí, uno de los sentidos asociados al pene: placer.
Placer de verlo, de tocarlo, de mostrarlo...
Placer de tener el anti pene.